Joaquín Salvador Lavado, conocido mundialmente como Quino, saltó a la fama principalmente por su personaje Mafalda, una pequeña niña que criticaba el mundo desde una mirada infantil.
Fue en 1964 -específicamente el 29 de septiembre- que Mafalda debutó ante el mundo en la revista Primera Plana, mostrando a un personaje progresista que se convirtió en un ícono del arte argentino.
acido en Mendoza el 17 de julio como hijo de inmigrantes andaluces, fue apodado Quino a temprana edad, para distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, también artista que se dedicó a la pintura y el diseño gráfico.
El personaje surgió de casualidad. Un año antes, la agencia Agnes Publicidad necesitaba producir una historieta que le permitiera promocionar una nueva línea de electrodomésticos llamada Mansfield. En principio, se le encargó el trabajo al dibujante Miguel Brascó. “Querían una familia con padre, madre y dos hijos: un típico contexto para que aparecieran los productos. Lo que necesitaban no tenía nada que ver con lo que yo normalmente hacía, así que le derivé el trabajo a Quino, que en ese momento trabajaba conmigo”, contó en una entrevista a Notife.
El nombre de la protagonista surgió precisamente a partir del cometido. La compañía sugirió a Quino que el título sonara parecido al de la marca en promoción. Ello obligó al artista a buscar alternativas. Hasta que una noche vio la película Dar la cara, de José Martínez Suárez, con Leonardo Favio en su elenco. En una escena aparece una guagua que se llamaba Mafalda. Allí supo que tenía lo que buscaba.
Finalmente la campaña no realizó y el dibujante se quedó con las imágenes. Al año siguiente publicó tres de las tiras en la revista Leoplán, en las que no figura la niña. En 1963 lanzó su libro Mundo Quino, en que reunió parte de su trabajo publicado en distintos medios.
Mafalda se publicó en El Mundo hasta su cierre en 1967. Luego de circular un tiempo en periódicos del interior, reapareció el 2 de junio de 1968 en la revista Siete Días Ilustrados, una de las más reconocidas por entonces.
La tira pasó a la historia no solo porque entretenía. Tenía una voz que se hacía cargo de fenómenos contingentes, como la guerra de Vietnam, los Beatles, entre otros. Hasta el afamado escritor Julio Cortázar se refirió a ella: «No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí»
Si bien desde 1966 ya se publicaban algunas de las historias de Mafalda en Uruguay, hacia el final de la década comenzó a publicarse en Europa bajo formato libro -en total se editaron 10-. En España sufrió la censura de la dictadura franquista, lo que obligó a los editores a incluir una franja en la tapa que dice «para adultos».
El final llegó 25 de junio de 1973. Ese fue el último día en que las historias de la chica de agudas observaciones y enemiga declarada de la sopa, llegó a los kioscos. Quino fue preparando el terreno con veladas referencias a que pronto dejarían de circular las tiras. “Me costaba mucho esfuerzo no repetirme, sufría con cada entrega. Cuando uno tapa el último cuadrito de una historieta y ya sabe cuál va a ser el final es porque la cosa no va. Y por respeto los lectores y a mis personajes y por mi manera de sentir el trabajo decidí no hacerla más y seguir con el humor que nunca dejé de hacer”, dijo el autor.
Desde entonces la historia ha sido traducida a más de 30 idiomas, entre ellos el arameo, japonés, francés, italiano, etc. También tuvo dos series de animación. En 1977 ilustró la Edición Internacional de la campaña mundial de la Declaración de los Derechos del Niño, a pedido de UNICEF. En 1987, tras el fallido golpe de estado de los “carapintadas” contra el gobierno de Raúl Alfonsín, el dibujante presentó una viñeta de Mafalda con un mensaje elocuente: “¡Sí a la democracia! ¡Sí a la justicia! ¡Sí a la libertad! ¡Sí a la vida!
A lo largo de su carrera, fue reconocido con galardones como la Orden Oficial de la Legión de Honor -por parte del gobierno francés-, y en 2014 recibió el Premio español Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.